La carta de La Víctima aparece cuando en tu sistema familiar hubo situaciones de impotencia, abuso o falta de apoyo que no pudieron ser enfrentadas ni expresadas. No se trata de debilidad ni de actitud pasiva por elección, sino de una estrategia de protección frente a la vulnerabilidad y la falta de control.

Esta carta habla de una herida de desamparo y resignación. Puede que en tu historia, o en la de tus ancestros, alguien sufrió injusticias, humillaciones o abandono sin poder cambiar la situación, y el sistema aprendió a aceptar la impotencia como una forma de sobrevivir y no perder la pertenencia.

Cuando esta herida se activa, puedes sentir sensación de injusticia constante, dependencia, dificultad para poner límites, victimización recurrente o sensación de que no puedes influir en tu vida. No es falta de fortaleza real; es la memoria de un contexto donde la supervivencia requería aceptar lo que no se podía cambiar.

Lo que esta carta te invita a sanar no es tu vulnerabilidad, sino la confusión entre desamparo y identidad. Sanar implica reconocer tu fuerza, tus recursos internos y tu capacidad de acción, y comprender que mereces respeto, apoyo y bienestar sin depender de la aprobación o la actitud de otros.

La sanación comienza cuando honras la estrategia que te protegió y comprendes que en su momento fue necesaria. Al hacerlo, devuelves al sistema la carga de impotencia que no te corresponde y tomas para ti la capacidad de actuar desde tu poder interno, establecer límites y responsabilizarte de tu vida sin culpas ajenas.

Cuando integras el mensaje de La Víctima, la sensación de desamparo se transforma en fortaleza consciente. Puedes sostener tu vida con dignidad, reconocer tus derechos y elegir desde tu poder personal, conectando con tu autonomía y tu capacidad de decidir.